La carretera interminablemente recta se extiende a través de los desiertos campos de Enero: duros y resecos. Los árboles que bordean el camino extienden su sombra sobre el asfalto, provocando en los conductores un estupor hipnótico. Mario conoce la sensación: los brazos engarrotados y los reflejos aletargados. Ahora el no va manejando, así que se deja llevar por el arrullo del camino. El autobús se balancea de un lado a otro; recorre caminos imposibles a través de paredes verticales. Atrás los pasajeros cantan: ― Al chofer no se le para. Al chofer no se le para. No se le para el camión. La espalda le duele, tiene tantas horas de conducir: una vida entera; los ojos le arden furiosamente: un insoportable peso cuelga de sus párpados; rendirse al sueño es una tentación mortal que lo seduce. Mario despierta con un respingo en el asiento del automóvil que gentilmente se detuvo para recogerlo en esta carretera olvidada. ― ¿Qué tal durmió? ― Pregunta el conductor sin distraer su mirada del cam...
Un dia decidi escribir; tome una libreta y un lapiz. Otro dia me comprometi a ser escritor; compre una maquina de escribir. Despues me di cuenta que no podia seguir escribiendo en papel; me consegui una computadora. Ahora, no lo se; quiero mostrar lo que he hecho y lo que habre de hacer.