Son las once de la noche, como de costumbre los vecinos abren ruidosamente el zaguán y meten sus cinco automóviles, entre acelerones y frenadas, en el estrecho patio que separa ambas casas. Por la ventana abierta entra el humo y el olor a gasolina cruda. A Santiago le llegan los vapores tóxicos, pero únicamente se sacude de la nariz el olor, pues sabe que es una molestia pasajera. Sentado, con los codos sobre su escritorio, las manos entrelazadas y una pluma en sus dedos. Escucha por segunda vez el disco de Santo y Jhonny que otras veces le ha inspirado. Su vista recorre cada detalle del póster que reproduce un cuadro de Remedios Varo que tiene encima de su máquina de escribir. Olga entra en el estudio, Santiago escucha sus pasos sin voltear. Ella guarda su violín en el estuche y lo coloca sobre el librero. - ¿Porque no dejas esa máquina de escribir y vienes a la cama? - No puedo, no he escrito nada en semanas, tengo que empezar algo hoy. - Bueno, pero no te tardes. La aguja del tocadi...
Un dia decidi escribir; tome una libreta y un lapiz. Otro dia me comprometi a ser escritor; compre una maquina de escribir. Despues me di cuenta que no podia seguir escribiendo en papel; me consegui una computadora. Ahora, no lo se; quiero mostrar lo que he hecho y lo que habre de hacer.