Un año más, como es tradición un cuento especial para celebrar. Este relato es continuación directa del cuento "Una misión de rutina". Les recomiendo leerlo antes de empezar con este.
Satisfecho comprueba
que la alimentación eléctrica funciona perfectamente. Escoge dos cámaras, la
última y la penúltima del lado izquierdo, la suya será la más cercana a la
consola de control. Abre la tapa de la cámara y observa en su interior.
Pone la mano sobre la
superficie acolchada, esta se adapta a la forma de su palma.
Por un momento Aron se
pone a imaginarse lo que será levantarse de la hibernación prolongada, con los
músculos atrofiados, tratando de pararse en un estado semi congelado,
desorientado, sin recordar porqué se está allí. Pero el recordar le haría
perder el equilibrio. El mismo al pensar en ello decide sentarse.
Han pasado varias
semanas a la deriva. Los sistemas dañados por el arma irda han sido reparados,
pero el sistema de navegación aún no determina en que región de la galaxia se
encuentran; lo único que saben es que están muy muy lejos del espacio conocido.
Las comunicaciones son
otro problema. A pesar de que el trasmisor y el receptor de subespacio parecen
funcionar perfectamente no reciben siquiera el ruido de fondo de las
trasmisiones humanas.
― Un cumulo estelar
denso puede desviar las señales si nos encontramos tan lejos. ― Reflexiono
Aron. ― Como el cúmulo que tenemos a pocos años luz de distancia. Si el espacio
conocido está en esa dirección entonces solo tenemos que atravesar el cumulo
para obtener comunicación.
― No necesariamente, ― Respondió
la capitana después de pensarlo. ― Si hubiéramos cruzado el centro de la galaxia
estaríamos igualmente aislados. La única forma de obtener recepción garantizada
es movernos lo más posible en perpendicular al plano galáctico.
― Pero no tenemos
suficiente combustible.
― No, no es suficiente,
lo único que se me ocurre es movernos lo más arriba que podamos. Activar el
faro de rescate y esperar en hibernación.
“Esperar en
hibernación”. Repite Aron involuntariamente, sentado sobre la cámara
criogénica, abstraído en pensamientos.
Lo aterroriza la imagen de las cámaras de hibernación flotando entre los
escombros de la nave destruida. La certeza de que al despertar todo lo que ha
conocido habrá desaparecido y su época olvidada le provoca un hueco en el estómago.
Piensa que cuando le toque despertar para supervisar las condiciones de la nave,
muchos años en el futuro, estará más solo que cualquier hombre en el universo;
se pregunta si tendrá el valor de regresar a la cámara criogénica y evitar la
tentación del suicidio.
Hace mucho tiempo que
Gilda no soñaba con Saxon Toffler su
pueblo natal. En sueños recorre la calzada que va de su casa hasta el centro
del pueblo. Las casas dispersas con techos de dos aguas, la torre del
ayuntamiento y más lejos los altos edificios del puerto espacial. Pero no se
dirige para allá. Ahora se encuentra en el aeródromo para su clase de pilotaje.
Tiene solo doce años de edad y esta ante los controles de la vaina de
entrenamiento, una Paecer setenta y seis de dos plazas con cuatro turbinas
móviles.
Escucha la voz de su
instructor dándole confianza desde el asiento trasero. Enciende los motores y
aumenta la potencia. Se elevan, hace la transición a vuelo horizontal y poco a
poco ve como se alejan los techos de Saxon Toffler y vuela sobre las colinas.
La voz de su instructor la felicita: ha completado su primer despegue.
Despierta Gilda con un
sobresalto. Se ha quedado dormida frete al tablero de control. Escucha los
pasos de aron acercarse al puente.
― Reportándome, listo
para el servicio. ― Dice el habitual
cantico Aron a espaldas de Gilda. Ella se reacomoda en el sillón antes de
contestar.
― Adelante Aron.
Toma su lugar e inicia
la revisión de rutina, enumerando cada uno y su estado.
― ¡Por el amor de dios!
― Exclama Gilda exasperada. ― Todos los sistemas están en orden, ¿Puedes dejar
eso de una vez?
― Si usted lo ordena
Capitana.
― ¿Qué es lo que les
meten en la cabeza en la academia?
― No vengo de la
academia, señora, ― Replica Aron con humildad, ― nací en una nave espacial, fui
grumete desde los diez años.
― Me disculpo por mi
falta de tacto, puedes proseguir con la revisión.
Aron va enumerando cada
uno de los sistemas, enfatizando su estado, “comunicaciones: nulas” enuncia rápidamente.
―Navegación,
funcionando; aún no hay resultado de nuestra ubicación. Aron hace una pausa y
voltea hacia Gilda.
― ¿Cómo es posible que llegáramos
tan lejos que no podamos ubicarnos todavía?
― Alguna vez un capitán
me dijo que todas nuestras naves están programadas para limitar su alcance y
velocidad. ¿El motivo? Para evitar que las naves y sus tripulantes se escapen
más allá del espacio conocido. Creo que cuando no teníamos el control de la nave
le fueron retiradas esas limitaciones. Nuestro problema es que ahora no podemos
acceder a esa capacidad de los motores.
Sin decir más, Aron
prosigue con la enumeración de los sistemas hasta terminar.
― Señora, he revisado
el funcionamiento de las cámaras de hibernación, se encuentran en perfecto
estado.
― Ponlas a prueba,
hasta que las necesitemos, no quiero que vayan a presentar un desperfecto.
― Hay un problema
señora, las diez cámaras son adecuadas para humanos o humanoides. No hay una
cámara adecuada para un xenomórfo como el Ird.
― Lo mejor será hablar
con él.
Albino permanece en su
camarote desde que Aron lo introdujera desde la cámara estanca. Pidió que se le
permitiera usar parte del traje espacial, pues hasta entonces había permanecido
desnudo. A la vista de Gilda ha dejado de ser una bestia salvaje, ahora parece
extraño, pero civilizado.
Ha dedicado su tiempo a
pintar sobre las paredes del camarote símbolos Irda.
Desde la ventanilla de
la escotilla Gilda observa a Albino, de cuclillas dándole la espalda, dibujando
en la esquina de la habitación un arreglo de símbolos en espiral. Sostiene un
pincelografo curvo en cada garra, usando la diestra para el lado derecho de la
espiral y la zurda para la izquierda. De rato en rato se detiene, observa lo que
ha escrito y prosigue con meticulosidad.
Accionando el traductor
universal, sujeto al lado derecho de su cabeza, Gilda le llama a Albino. Este voltea, con su rostro de ave
inexpresivo, coloca los pincelografos sobre la cama que utiliza como mesa y se
acerca a la escotilla.
― Saludos capitán,
reciba mi respeto.
― Saludos albino, tengo
noticias y debemos hablar.
― ¿Puedo decir algo
antes capitán?
― De acuerdo albino.
― No había tenido la
ocasión de agradecerle que intercediera por mí, sé que el deseo del piloto era
dejarme fuera de la nave pues aún guarda rencor por el primer malentendido,
también me disculpo por ello, entonces no entendía su comportamiento.
― ¿Quieres decir que
ahora lo entiendes? ¿Has estado leyendo nuestras mentes?
― Los Irda escuchamos
los pensamientos de nuestro alrededor, he ido entendiendo los suyos desde que
utiliza el aparato para hablar conmigo.
“Eso es malo”, piensa
Gilda, aunque no es algo que deba preocuparle en este momento.
― Tengo que decirte
Albino que no podemos llegar a nuestro destino. Hay un procedimiento para que
Aron y yo durmamos durante años esperando que algún día nos rescaten, pero en
tu caso no podemos hacerlo.
― ¿Qué es lo que harán
conmigo?
― Solo puedo dejar que
te quedes encerrado, o puedes terminar tu vida si así lo deseas.
― Podrían dejarme en
algún planeta, donde pudiera sobrevivir por mis medios.
― Lo sé, pero las
probabilidades de encontrar un mundo así son muy escasas, créeme que yo
preferiría hacer eso que dormir. Pero si
casualmente se presentara la oportunidad te prometo que lo hare.
― Entonces tengo otra
petición que hacerle capitán. Si es inevitable, entonces prefiero que usted
acabe con mi vida, sería un honor para mí que tuviera tal consideración.
― Gracias Albino, no me
agrada la idea de matar, pero tendré en cuenta tu petición.
Siguieron largas horas
de preparación, Gilda actualizo la bitácora, grabo mensajes para el mando de la
flota y para sus familiares. Le pidió a Aron que hiciera lo mismo a lo cual se
negó respetuosamente. Le preparo una cena especial a Albino y le pregunto si
había algo que quisiera antes de partir.
El ird no respondió.
― Estamos listos. ―
Dice Aron desde el puesto de mando, tiene la mano sobre el botón de encendido y
en el monitor se ve la trayectoria preestablecida. Aron espera la orden de
avanzar, pero Gilda permanece un largo rato en silencio.
― Quiero hacerte una
confesión Aron, yo tampoco fui a la academia. Soy de un planeta fronterizo, muy
lejano para enviarme a estudiar, aprendí con los viejos capitanes que allí vivían
y fui ascendiendo en las naves de carga; este viaje era mi primera asignación
como capitán.
― ¿Puedo decir algo señora?
Usted ha hecho un excelente trabajo, seguimos
vivos todavía señora, eso es un gran logro, gracias a usted.
¿Pero si estoy
cometiendo un error? ― Se dice Gilda asi misma ―Quizá hay
algo que he pasado por alto y por negligencia estoy condenándonos a un destino
terrible.
― Cancela todo,
esperaremos un día más.
Gilda se levanta y sale
del puente.
En su camarote se tira
sobre la cama; esta tan alterada que no podría cerrar los ojos. Pero apenas
unos instantes después cae en un profundo sueño.
Se encuentra frente a
la consola control. “Genial antes dormía en el puente, ahora sueño que estoy en
el puente”.
― Muy bien Gilda, lo
hiciste muy bien.
Se levanta de un
brinco, no hay nadie atrás de ella. No es un sueño común, se siente más
despierta que nunca, puede darse cuenta que se encuentra en un sueño,
más vivido y nítido que cualquier otro. Y la voz que escucho, es la de su
instructor de vuelo en Saxon Toffler.
― Has hecho un buen
trabajo Gilda.
― ¿Quién está ahí?
― No tengo una forma
física que puedas ver Gilda, tome prestada esta voz para poder hablar.
― ¿Quién eres? ¿Dónde
estamos?
― Esto es tu mente
Gilda, no tienes nada que temer. En cuanto a mí, soy una inteligencia pura, sin
ataduras materiales, vivo libremente en el universo sin las limitaciones de lo
que llamas física.
― No te creo, esto es
uno de los trucos mentales del Ird.
― Tu creencia o falta
de ella no altera mi existencia, únicamente quiero hablar contigo, ¿Qué mal
puede haber en ello?
― Eso depende de lo que
vayas a decirme.
― Entonces te diré: Tal
como lo sospechas no fue un accidente que la nave viajara sin control. Es parte
de un elaborado plan.
― ¿Un plán? ¿En qué
consiste?
― Hace siglos que un
pequeño grupo en la tierra utiliza a clarividentes para visualizar el futuro,
han dirigido la historia a su conveniencia, alterando los eventos de manera que
puedan obtener beneficios de ellos. Hace algún tiempo vieron la posibilidad de
una guerra entre la Irda y la humanidad, se han empeñado en que esta suceda
pues les permitirá recuperar el control
militar de los mundos periféricos que cada vez se han mostrado más
independientes. Saben que habrá resistencia entre los colonos, por eso han
decidido eliminar a los más notorios opositores en ese futuro. Tú Gilda Moureau
eres uno de los líderes, la amenaza principal a sus intereses.
― ¿Se trata de mí? No
puede ser cierto.
― Mucha gente va a
morir Gilda, y muchos más sufrirán hambre y enfermedad. La humanidad no sabe lo que es enfrentarse a
la Irda, en ferocidad y crueldad pueden superar a la humanidad y su tecnología
se encuentra a un nivel semejante.
― ¿Por qué no
simplemente me mataron? ¿Por qué no hicieron explotar la nave?
― Porque la
clarividencia no es una ciencia, no sabían quién eras hasta que te ascendieron
a capitán para este encargo y el viaje rumbo a la tierra era la única
oportunidad que tenían de eliminarte sin dejar rastros. Trasmitieron una orden
secreta a la computadora de la nave con la instrucción de perderse para
siempre.
― Me estás diciendo lo
que ya he pensado, lo que quiero escuchar.
― Te cuestionaste tus
decisiones, deseabas tener otra opción para sobrevivir, yo te la ofrezco.
― ¿Cuál es?
― Los Irda son una
especie en un nivel tecnológico muy semejante al humano, pero han sobresalido
en ciertos aspectos. Sus naves se han internado en regiones más lejanas y han
convivido con diferentes especies viajeras. Hay numerosas frecuencias de
subespacio que utilizan estas civilizaciones, si vas al camarote del Ird te las
podré mostrar.
El camarote de albino
esta vacío, todas las paredes están pintadas con símbolos que Gilda no puede
entender.
― Aquí, arriba del
marco de la puerta, esas son las frecuencias que utilizan diversas especies.
Al mirar los signos,
estos se trasforman en números, dispuestos en pares.
― Los izquierdos son la
frecuencia, los derechos son el código de encriptamiento, su computadora puede descifrarlos.
― No he entrado en el
camarote, no he visto lo que ha dibujado sobre la escotilla, ¿Cómo puede estar
en mi mente algo que no he visto? Solo el Ird ha visto esto.
― El Ird es una
criatura inocente, yo hice que escribiera eso. Alguna de estas frecuencias debe
de servirles para pedir auxilio. Volveremos a hablar.
Sentado en el comedor
Aron le da una mordida a una barra alimenticia y le da un trago a la taza de
café. Ha inventariado las provisiones,
pronto tendrán que racionar si no emprenden camino. La capitana, mal vestida y
despeinada se asoma a la puerta del comedor. Aron se levanta de inmediato y
casi se atraganta con la barra alimenticia.
― Aron, carga un arma y
sígueme al camarote de albino.

― ¿Qué significan? ―
Pregunta ansiosa, pero el ird permanece inmóvil en un rincón de la habitación.
Se da cuenta Gilda que no trae puesto el traductor. Se lo pide a Aron.
Sin entender que pasa,
Aron se lo da en la mano, sin dejar de apuntar su arma.
― ¿Qué significan esos
dibujos?
― Son números, capitán.
― ¿Por qué los
dibujaste? ― Albino tarda en responder,
es una situación que le desconcierta.
― No lo sé, seguía un
impulso, no había pensado en ello.
― ¿Has estado jugando
con mi mente? ¿Me estas manipulando?
Albino se recuesta en
el suelo, extiende sus brazos en forma de cruz y sume su rostro contra el
suelo.
― No capitán, sería una
afrenta imperdonable a su autoridad. Estoy dispuesto a lo que usted ordene.
― Dime que números son.
Aron, anota lo que te vaya dictando.
En el puente, Gilda y
Aron permanecen expectantes mirando por la ventana el exterior. Una nave de una civilización desconocida los
contacto. El radar indica que se acerca y pronto estará a la vista.
Aron no dice nada, pero
piensa que la historia que le conto la capitana es sumamente sospechosa, no
solo teme, espera cualquier signo del control mental que el Ird ejerce sobre
ella para actuar. No volverá a separarse de su arma.
Gilda aún trata de
encontrar sentido a lo que ha pasado, también sospecha de albino, pero no
encuentra razón para que no le dijera de las frecuencias y en cambio le pidiera
que lo matara. Puede ser una mascarada, pero el instinto le dice que el Ird es
sincero.
La nave aparece a la
vista. Son dos cilindros metálicos con punta ojival que se desplazan unidos por
un campo de fuerza. Pueden ver a sus costados cientos de ventanas, sus
dimensiones son colosales. Un haz de luz surge de uno de los cilindros
enfocando a su nave, es el mismo campo que mantiene unidos ambos cascos. Los
cilindros avanzan y tras de ellos arrastran a la Ballesta.
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