Por las calles de la colonia va corriendo un muchacho;
viste el uniforme de la secundaria cercana a pesar de que hace mucho fue la
hora de la salida.
Se detiene frente a la puerta cerrada de una vecindad
que fue reconstruida después de los sismos del ochenta y cinco.
Lanza una piedra a la ventana del tercer piso, a continuación grita "Toño".
Antonio se asoma a la puerta del departamento, desde allí habla a gritos con su compañero de salón. Regresa a la vivienda, se sienta
a la mesa y termina de dos bocados el guisado que almorzaba.
- Ahorita vengo Mamá. - Dice Antonio apresurado con la
boca aún llena.
- ¿A donde vas? - Reclama Constanza.
- Quique dice que se volteo un trailer en la curva de
la Raza, quiere que vaya con él a verlo.
- Esta bien, pero tengan cuidado con los coches; no te
tardes porque te toca lavar los trastes.
- Sí, nos vemos.
Antonio sale y sus hermanos menores lo ven bajar la
escalera deslizándose por el barandal.
- ¿Yo también puedo ir? - Pregunta Ismael, el menor de
Antonio.
- No, tienes que acabar tu comida y hacer la tarea.
- Siempre lo dejas a el y a mi no. - Masculla el niño
de forma apenas audible.
Ya son las cinco de la tarde; Constanza ha terminado
de planchar la ropa del día. Vé con preocupación el reloj; después se asoma a
la calle desde la ventana.
- Ismael, hijo, ven.
El niño deja el cuaderno donde hacía ejercicios de
aritmética.
- Asómate a buscar a tu hermano; dile que ya es tarde,
y que yo digo que se venga ahorita mismo; vete con cuidado.
Ismael baja las escaleras, feliz de ser el emisario de
la autoridad de su madre.
Desde la ventana Constanza ve a su hijo recorrer las
calles rumbo a la avenida.
Un rato después regresa Ismael solo.
- ¿Que paso? ¿Donde esta tu hermano?.- Le reclama
Constanza.
- Dice que viene al rato.
- ¿Como que al rato? - Constanza enfurece,- te dije
que viniera ahora mismo.
- Si, así se lo dije - responde el niño temeroso,-
pero no quiso venirse, dijo que hasta que recogieran la carga del trailer.
La carga del trailer le llama la atención a Constanza;
con interés le pregunta a su hijo.
- ¿Viste el trailer?
- Sí, lo están levantando con grúas, hay un montón de
cajas que se le salieron tiradas en el camellón, creo que Toño y quique están esperando a que se vaya la policía para agarrar algo.
- ¿ Que cosas había en las cajas?
- Botellas de no se que, hay un montón de vidrios
rotos.
Constanza piensa un instante.
- Laura, Isabel, Raul, vengan; traigan las bolsas del
mandado y los costales que hay debajo del fregadero. Póngase sweter que nos
vamos, ¡rápido!. Tú Ismael, escribe una nota a tu padre, dile a donde vamos.
- ¿Y a donde vamos?
- No seas tarugo mi hijo, vamos a ver el trailer
volteado.

En la avenida se dan cuenta que no hay circulación, la
gente va y viene sobre el arroyo sin preocupaciones. Cruzan el puente sobre Insurgentes y llegan a
la curva de la Raza.
Tres grúas jalan a la vez la caja del trailer, que se
encuentra hecha pedazos. El camión dio la vuelta con demasiada velocidad y el
peso de la carga hizo que se fuera de lado y cayera de costado; con el impacto
las paredes de lámina de la caja se rompieron, dejando sobre el camellón
cientos de cajas con botellas de jugo de verduras.
Varias docenas de cargadores se dedicaban a recoger
las cajas intactas y las metían en otro camión. Cuatro patrullas y diez policías resguardaban la carga de un centenar de personas que se encontraban a
una prudente distancia rodeando la zona del siniestro.
Las grúas hicieron su trabajo, enderezaron la caja y
se la llevaron arrastrando; dejando en el lugar únicamente un cerro de cajas,
botellas y vidrios rotos. El cerco se estrecho.
Los cargadores se apresuran a rescatar lo más posible;
su nerviosismo es compartido por los agentes que los resguardan; cientos de
ojos los observan cada vez con mayor ansiedad.
Un equipo de limpieza se mantiene a distancia,
esperando con paciencia el momento de actuar.
Los encargados de rescatar la carga ven con desasosiego lo que resta en el suelo, imposible de recuperar. Cierran las
puertas del camión y se retiran.
La desesperación empieza a dominar a la gente que se ha
reunido; los policías sienten la tensión.
Por un lado empiezan a silbar; por el otro alguna
señora grita " ya déjenos".
Constanza da instrucciones a sus hijos.
- Tomen todo lo que puedan y juntenlo aquí conmigo;
cuidado con los vidrios.
Los policías suben a sus patrullas y emprenden la
retirada. La gente se abalanza sobre las botellas. Con voracidad recogen lo mas
que pueden, remueven las cajas aplastadas, extraen cada una de las botellas que
no se encuentre rota.
En el mismo momento que las policía se retiro el
transito por la avenida se reanuda; los primeros automóviles que cruzan
enfrente se detienen, algunos en reversa se regresan; los conductores abren las cejuelas de sus autos y se meten dentro de la multitud intentando tomar parte
de la rapiña.
Un frenesís se apodera de la gente; corren, gritan,
revuelven los restos en busca de la última botella.
Todo termina en unos minutos; todavía llega gente
corriendo, demasiado tarde.
Cada quien protege su parte del botín con recelo e
improvisan formas de llevárselo con ellos; en sweteres y chamarras como bolsas,
en el plástico que envolvía las cajas; alguien llega con un carro de baleros.
Constanza hace recuento de lo que obtuvieron, setenta
botellas de jugo de verduras dietético, le toca de once a ella y cada uno de
sus hijos para cargar; pero sus niños pequeños no podrán con tal carga; a menos
que deje a alguno para que las cuide mientras los demás van y vienen con la
mitad; pero ya esta oscureciendo y ese lugar no es seguro.
En eso ve a su comadre Ines, a llegado tarde y revisa
entre las botellas rotas si ha quedado algo, trae con ella un carro de
supermercado, vació.
- Oiga comadre, ¿como le fue?.
- No, pus ya no me toco nada, comadrita.
- Mire, nos repartimos lo que agarramos y nos ayuda
con su carrito.
- Gracias comadre, echele usted.
Con el carro lleno regresan todos felices; en el
lugar del siniestro la cuadrilla de limpieza realiza su función, bastante
sencilla pues la muchedumbre no ha dejado mucho por levantar.
Toño camina detrás de su familia, ayudando a Quique a
cargar sus botellas en un costal.
Se le ocurre abrir una botella y tomar del contenido.
- Guacala. Exclama y alcanza a ser oído por su madre.
- A ver, déjame probar.
Constanza da un trago y paladea el jugo.
- No sabe tan mal.
- Es amargo. - Se queja Toño; sus hermanos lo ven a él
y a su madre alternadamente. Ella lee la etiqueta.
- Jugo de verduras, con tomate, apio, zanahoria. - Los
niños hacen cara de asco. - Se ve muy nutritivo, así que todos van a tomarlo,
hasta que se acabe.
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