La cuarentena por la pandemia del COVID nos cambió, al menos por un tiempo, la perspectiva de lo que muchas cosas significan, el tiempo, la familia, la libertad, la disciplina. Fue un reto a nuestras expectativas y a nuestra capacidad de adaptación. Aqui unos cuantos cuentos de aquella apoca.
1.- No mamá, no quiero ir.
La madre sigue empacando comida y luego coloca los envases en la bolsa de mandado, haciendo oídos sordos de las suplicas de su hijo adolescente.
― Quiero quedarme a ver los zombis.
―Ya te dije que no, tienes que ir al pueblo a cuidar de tus abuelos.
― No es justo, ¡siempre yo!
La madre le da la bolsa a su hijo y lo encamina hasta la puerta.
―Anda, vete ya, y si ves a tu papá por el camino dile que ni se le ocurra venir por acá.
Sentado en el porche de la casa de campo, mira el cielo e imagina.
Imagina que una enorme nave extraterrestre cruza el cielo, envuelta en humo y llamas. Cae justo detrás de la siguiente colina, en medio de un estruendo y una terrible explosión.
Suspira y vuelve a mirar los pájaros que revolotean entre los árboles.
3.- En plena fiesta de fin del mundo el vecino de al lado sale de su casa. Abre la escotilla de su refugio nuclear y antes de entrar grita a sus vecinos.
― ¡Adiós! Si alguno sobrevive al apocalipsis, nos volveremos a ver.
La escotilla cae pesadamente y la música continua.
El atormentado sobreviviente activa el mecanismo de apertura de su refugio. Sus cálculos indican que cualquier peligro habrá pasado mucho tiempo hace, aun así, el temor le impedía salir, solo ahora que sus provisiones escasean se atreve a asomarse al mundo.
En la oscuridad de la noche se abre la escotilla, un fuerte olor a polvo y cenizas le llega a la nariz al tiempo que una música surgida de otro mundo resuena en el exterior. Temerosamente se asoma, para ver una serie de siluetas que danzan salvajemente alrededor de una fogata.
Fue repudiado.
El padre, sentado frente a una esquina de la habitación leyendo un viejo libro.
La madre en la esquina contraria, tejiendo una cobija de cien cuadros.
El hijo en otra, sin despegar la cara de un teléfono celular.
Nadie voltea o dice nada sobre la cuarta esquina.
La tapa de la crio unidad se elevó con un sonido neumático.
Buzz se levanta entumecido, se restriega la cara un rato antes de recordar donde esta y la rutina a seguir. Se pone de pie y se asoma a la ventana, le echa un vistazo al vacío. Aún no puede recordar si la nave está acelerando o frenando. Como sea, hay trabajo que hacer y antes de continuar no olvida maldecir este encierro.
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