Me ha resultado difícil escribir esta reseña sobre Rayuela, Novela de julio Cortázar (1963), clasificarla es complicado; hay quien dice que es una anti-novela, una contra-novela, una novela experimental o una novela surrealista. Es notoria la intención de Cortázar de escapar de los convencionalismos de su época y en ese sentido, mantenerla inclasificable es rendirle tributo al espíritu con el que fue escrita.

Oliveira siempre esta inconforme con la vida, a pesar de tener un trabajo nada demandante y una relación abierta pero estable con Lucia, una Uruguaya que llego a Paris con su hijo pequeño, al que llama Rocamadour, para estudiar canto sin un centavo, apodada “La Maga”. Horacio mantiene también un amorío con otra mujer llamada Pola y asiste con un grupo de amigos a las reuniones del “Club de la serpiente”, donde se escucha música, se discute sobre arte, literatura y filosofía.
Cortázar nos muestra la fragilidad de esta felicidad que no es reconocida como tal y la semilla de autodestrucción que germina en ellos mientras escuchan jazz Bebop en un tocadiscos, envueltos en el humo del cigarrillo en la madrugada, bebiendo whisky o coñac o cebando mate, mientras se discute sobre el sin sentido de la vida o se observan las fotos de una tortura china. Los celos injustificados de Horacio van minando su relación con la Maga al grado de que ella le pide que se vaya, presintiendo el rompimiento definitivo lucia cambia de opinión, pero Horacio hartado sale a la calle y termina en un pequeño teatro donde presencia un fallido recital de Berthe Trépat, una cantante entrada en años y en carnes; con una mezcla de repugnancia y fascinación Horacio permanece hasta el final; Todos los espectadores huyeron e incluso la pareja de la señora y organizador del recital ha desaparecido.
Bajo una intensa lluvia Horacio acompaña hasta su casa a Berthe Trépat, en la conversación que sostienen queda claro que la señora ya no se encuentra en sus cabales y vive en una continua fantasía. Llegando a la casa encuentran la puerta atrancada por dentro; la pareja de Berthe Trépat se ha encerrado con un amante y no hay fuerza en el mundo que le haga salir antes del amanecer.
Sin saber que más hacer, Horacio le sugiere a la señora que busque un hotel para pasar la noche. Indignada, Berthe Trépat le cruza la cara con una bofetada. Horacio en lugar de aclarar el mal entendido se aleja, dejándola a su suerte.

Tiempo después Horacio regresa a Buenos Aires donde es recibido por su amigo de la juventud Traveler, quien a pesar de que su nombre significa viajero nunca a salido de Buenos Aires, trabaja en un circo junto a su esposa Talita y aunque reciben a Horacio con los brazos abiertos ayudándole en su readaptación a la vida porteña no pueden dejar de sentirse incómodos con él. Oliveira no habla sobre su vida en Paris, ni siquiera pronuncia el nombre de la ciudad Luz, refiriéndose a ella como “aquello” y por otro lado no deja de criticar a su nación, crítica que nace de un profundo amor diría en algún momento Horacio. La vida de Horacio se va amoldando a una cómoda rutina al lado de gekrepten, una antigua enamorada de Horacio y que todos estos años lo ha esperado; Oliveira la acepta a pesar de lo poco interesante que resulta como un reconocimiento a su perseverancia “penelopesca”.
De esta forma se conforma en esta segunda parte de la novela un triangulo de odio-amor entre Horacio, Traveler y Talita. Ambos amigos se quieren y son casi almas gemelas pues uno y otro se entiende al grado de la complicidad, pero Traveler en ocasiones desearía no haberlo reencontrado. Horacio por otro lado siente celos de su amigo, no tanto por la estabilidad o prosperidad relativa en la que vive, si no por la presencia de Talita, una mujer inteligente y emprendedora que poco a poco va tomando en el subconsciente de Horacio el lugar de la Maga, al grado de confundirlas ambas en una sola y provocándole el remordimiento a Horacio de desear a la mujer de su mejor amigo; a la vez Horacio piensa en la pareja como una versión de él mismo y la Maga, temiendo por lo mismo que su amigo termine por suplantarlo definitivamente. Este conflicto interno llega a su clímax poco tiempo después de que el dueño del circo vende su negocio y compra una clínica siquiátrica. Una noche Horacio besa impulsivamente a Talita; después piensa que Traveler entre celoso y deseoso de eliminarlo vendrá a matarlo mientras duerme. Se atrinchera en su habitación creando una maraña de hilos y trampas para evitar que cualquiera entre mientras duerme, mientras tanto permanece en vela toda la noche mirando el patio del sanatorio y el juego de Rayuela (en México mejor conocido como avión) dibujado en el suelo.
Al final, tal como Horacio previo, es Traveler quien va a la habitación, no con intenciones asesinas, sino preocupado por la cordura de su amigo; Cae en la trampa de Horacio que resulta mas ruidosa y engorrosa que inexpugnable. En medio de esta situación y habiendo despertado al personal del sanatorio y a los pacientes, ambos amigos tienen por fin una conversación franca en la que Horacio le explica a Traveler que lo ve como un reflejo de lo que el debería ser y a Talita como a la Maga; pero todo lo hecha a perder, un impulso a arruinarlo todo que tiene en los genes, por eso al igual que la gente que esta en el patio, viéndolo en la ventana, parados sobre la rayuela, todos en una casilla del gran juego de la vida, y él, Horacio, siempre que se acerca a la meta tiene que retroceder y empezar de nuevo.
Traveler lo deja para que se tranquilice, y allí permanece Horacio, viendo a sus amigos sobre la rayuela, pensando que lo mas fácil sería saltar de la ventana, caer y ¡plaff!
Rayuela es una novela que me ha inspirado sentimientos encontrados, por un lado siento que Cortazar le ha dado vueltas a medio mundo para no llegar a ningún lado, y por el otro el resultado es deslumbrante, desde la concepción hasta la ejecución de la obra.
En la lectura del día a día Rayuela puede resultar tediosa y a veces incomprensible, pero cuando se observa el conjunto de capítulos como unidad se descubre una obra sutil y contundente.
Arturo Arredondo, mi maestro de creación literaria, nos refería una anécdota acerca de Picasso, le preguntaron en una ocasión: “Maestro, como hace para deformar de esa manera las imágenes. Simple, -contesto Picasso- dibujando de forma realista hasta dominar la técnica, una vez dominada la técnica uno puede romper las reglas y distorsionar las formas”. De la misma manera interpreto a Rayuela, una obra hecha por un narrador que domina las distintas técnicas literarias y de probado talento, una obra que cambia las reglas, juega con el orden de los capítulos, intercala diálogos dispares en uno solo, crea finales alternativos a la historia, aparta tramas enteras del cuerpo general de la obra y los desarrolla independientemente, incluso parece burlarse de esas reglas para lograr un efecto que no podría lograrse con el apego a la ortodoxia.
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