Las estrellas brillan en el cielo sin nubes de Jiutepec. En el amplio jardín de la casona se ha instalado la pista de baile cubierta por una lona blanca. En cada una de las mesas han sido colocados quinqués, con su suave luz envuelve a los invitados en una atmósfera relajada.
Arturo y su tío Ramón bajan del automóvil y desde el estacionamiento observan la fiesta y escuchan la música. Ramón le dice a Arturo: Ya lo vez chamaco, llegamos a tiempo.
El muchacho sonríe a su tío: camina con paso cansado hacia la fiesta.
Allí esta su mamá, que al verlo va a su encuentro: lo abrasa y le da un beso en la mejilla como recompensa de un trabajo bien hecho. Arturo se limpia instintivamente el besucón con la manga de la camisa: se detiene ante la mirada de reproche de su madre. Se sienta y saca de su bolsillo un pañuelo, seca el sudor de su frente; se quita el saco del smoking y estira la piernas.
Junto a su lugar, en la mesa de su familia, han acomodado dos sillas a manera de cama, duerme rendido su sobrino de cinco años, vestido con un traje a su medida y una graciosa corbata de moño.
La canción que el grupo interpreta llega a su fin; las parejas que bailaban aplauden: el cantante da las gracias, pide un aplauso para los novios y se despide; los invitados regresan a sus mesas.
Por atrás de Arturo se acerca su madre y le murmura...
-Hijo ¿Podrías ir a ayudar a tu tío Ramón? Arturo miraba el jardín y la pista de baile vacía cuando su madre se acerco por atrás; se había sentado en el lugar que mejor cubre del sol la sombrilla colocada sobre la mesa.
-Se le descompuso el coche en la carretera y necesita que le vayas a ayudar.
- Si, ¿Hasta donde esta?
- ¿Te traigo algo de comer?, corazón.
- Sí, me muero de hambre.
- Pobrecito, ahorita pido que te calienten sopa y guisado.
Los invitados empiezan a levantarse mientras Arturo come; todos pasan a despedirse con los recién casados: su hermana Claudia y su cuñado. El tío Ramón se acerca a la pareja por el lado contrario al resto de los invitados: el viene llegando.
El tío Ramón levanta los brazos al ver el automóvil de Arturo acercarse por la carretera: llueve ligeramente en el bosque de pinos. El aire frío le muerde la espalda a Arturo cuando baja del automóvil y se dirige al de su tío; regresa y del maletero saca una chamarra impermeable.
- ¿Cual es el problema tío?
- Qué tal chamaco; pues empezó a hacer un ruido muy raro el coche, hasta que se paró y ya no pude volverlo a arrancar, se escucha como si arrastrara un fierro por dentro.
- A ver, vamos a probarlo.
Claudia abraza a Ramón: siempre a sido muy apegada a su tío -piensa Arturo- en muchos aspectos ha tomado el papel de padre. Ya queda poca gente en el jardín, los meseros ahora se encargan de recoger la vajilla, levantar manteles y desarmar mesas; Arturo siente por momentos la incomodidad de seguir sentado entre todo ese movimiento, aunque ninguno se ha acercado a su mesa.
El tío Ramón les entrega su regalo a los novios e insiste en que lo abran en ese momento.
Arturo mira la caja envuelta en papel brillante con un gran moño blanco que permanece en el asiento trasero del automóvil de su tío. Después de un par de horas de batallar intentando arreglarlo, Arturo se toma un descanso para pensar como solucionar la situación. Se restriega las manos con un trapo para quitarse la grasa. Pero la caja del regalo distrae su atención: en el asiento trasero, parece un pasajero que espera pacientemente, solo faltaría que llevara puesto el cinturón de seguridad.
Arturo mete medio cuerpo a través de la ventanilla y con cuidado agita la caja esperando que el sonido le revele su contenido.
- Deja ahí chamaco, vas a ensuciarlo.
- Perdón tío; ¿Qué es?
- Es una sorpresa ¿Entonces que hay de mi nave?
- Hay que llevarlo con un mecánico tío, yo no le encuentro; creo que lo mejor es que nos lo llevemos empujando con mi coche; son como tres o cuatro kilómetros de subida, y el resto es pura bajada.
- Joven, ¿si no fuera mucha molestia me podría servir un tequila?
El mesero que acaba de levantar los platos de la mesa de Arturo dice un "Sí señor" y al poco rato regresa con el vaso para Arturo.
Con un gran bostezo y con los ojos entrecerrados levanta la cabeza el sobrino de Arturo y mira a su alrededor, seguramente preguntándose ¿donde estoy?
Arturo le sonríe y trata de llamar su atención, pero el niño se desentiende de su tío y vuelve a dormirse en su lecho improvisado.
Claudia abre la caja del regalo del tío Ramón y mira adentro: ¡ Ay tío, gracias, pero es demasiado!
Alrededor de los novios todos voltean a ver el regalo y exclaman asombrados. El tío Ramón es todo sonrisas: Sabía que siempre lo habías querido mi hija.
Arturo no tiene la menor idea de que es el regalo, ni tiene el animo de levantarse y averiguarlo: ya después le dirán que cosa era.
Después de una larga búsqueda por la carretera, encontraron a un mecánico dispuesto a reparar el automóvil del tío Ramón; pero lo que pretendía cobrar por la reparación les pareció a Arturo como a Ramón inaceptable.
- Entonces maestro, ¿En cuanto quedamos?
- En lo dicho, cuentéele nada más lo que se va llevar en refacciones.
- ¿Es su último precio?
- De otra forma no es negocio para mi, tampoco voy a ponerle de mi bolsillo.
Ramón suspira, le dice a Arturo: -Vamos a ver más adelante entonces.
Ambos suben a sus automóviles y emprenden la marcha: el automóvil de Arturo empujando el de Ramón. Después de la siguiente curva Ramón hace señas a Arturo para que se detengan;
Arturo baja y camina hacía la ventanilla del coche de su tío.
- ¿Que pasa?
- Espérate un ratito y volvemos a dar la vuelta. Dice Ramón pensativamente.
Con voz cansada Arturo pregunta:- ¿Vamos a regresar con el mecánico?
- Le damos un poco de tiempo, que piense que ya nos fuimos, y después regresamos.
- Ese mecánico es un necio, no creo que nos vaya a bajar el precio.
- Esta cobrando carísimo, el mismo se da cuenta; para él es mejor cobrar cualquier cosa a no hacer el trabajo, vas a ver como cede a fin de cuentas.
Regresan, vuelven a preguntar por un mejor precio: la respuesta es la misma.
Ramón se sube al automóvil pero no le hace señas a Arturo para que lo empuje; permanecen parados frente al taller mecánico por largo rato. El maestro se hace el desentendido, saca un envase: la tapa del deposito de aceite de un motor, y se pone a limpiar de grasa con gasolina unas piezas metálicas.
Ramón vuelve a bajar del automóvil y empieza a regatear con el mecánico, negociación que se prolonga. Arturo no había presenciado una discusión tan larga, en la que ninguna de las dos partes cediera ni un ápice en sus pretensiones.
Arturo mira con mucha frecuencia su reloj, en cada ocasión se pregunta ¿Cuando acabara todo esto?
Ya la familia del novio se encamina hacía el estacionamiento; alrededor de Arturo su madre, hermanos y hermanas levantan sus pertenencias de la mesa.
-Bueno, es hora de irse. Piensa Arturo levantándose de su silla; a su lado su cuñada levanta a su sobrino y lo envuelve con un chal: un pequeño bulto dormido con corbatita de moño.
Arturo camina cabizbajo hacia el automóvil, pero de atrás el tío Ramón le llama.
- Chamaco, vente a tomar una foto.
La familia entera de Arturo se forman improvisadamente frente al fotógrafo. El tío Ramón Abraza a Claudia por un lado, y por el otro pone su mano sobre el hombro de Arturo.
-Sonrían. Pide el fotógrafo.
Cansado, rodeado de su familia, al final de la fiesta de bodas de su hermana;
Arturo piensa: -Esta bien. Y sonríe.
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