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Mostrando entradas de enero, 2011

ISAAC ASIMOV

Escribo sobre mis autores favoritos con el deseo de compartir su obra y comentar aquello por lo que los considero maestros: La inigualable destreza narrativa de Theodore Sturgeon; la profundidad filosófico-psicológica de P.K. Dick; la inigualable imaginación y el sentido de aventura de Jack Vance. Ahora le toca el turno a uno de los incomprendidos padres de la Ciencia Ficción moderna: Isaac Asimov. Asimov nació el 2 de enero de 1920 en Bielorrusia. Sus padres se trasladaron a Nueva York en 1923, cuando el autor tenía tres años. Su infancia transcurrió en el barrio neoyorkino de Brooklyn, donde el joven Isaac aprendió por sí mismo a leer a la edad de cinco años. La juventud del futuro escritor transcurrió entre los estudios y el trabajo en las distintas tiendas de golosinas que su padre rentaba en el barrio de Brooklyn. Fue entre esos estantes llenos de revistas donde el joven Asimov se encontró por primera vez con la ciencia ficción, empezó a escribir en su adolescencia temprana

MADRE MUERTE

Es una calle por la que anteriormente viajaba el tranvía; aún permanecen encajadas en el pavimento las vías de hierro que hace décadas no son utilizadas. En esta calle hubo varias mansiones de la época porfiriana ; ahora son esqueletos de ladrillos, vigas de madera y herrajes oxidados; eran casas de campo cuando las construyeron, ahora están inmersas entre edificios vulgares en un barrio cuya decadencia hace mucho fue olvidada. A la vuelta de una esquina, en un estrecho callejón, se puede encontrar aún la casa de Barbara; desolada. Ventanas sin vidrio cubiertas por maderas, algunas caídas, detrás de las que solo se percibe oscuridad. Una puerta con candados y cadenas, que no impidieron que fuera allanada innumerables veces. Al atardecer, tres personas saltan la barda sin dificultad. Desde la azotea observan la casa, y les parece pequeña, de una sola planta con tres o cuatro habitaciones, y el famoso jardín. Se descuelgan desde el techo y caen en medio de esa tierra oscura q

UNA MORDIDA

Esta mañana encontré un dinosaurio en mi baño. No era una de esas enormes criaturas, este medía unos pocos centímetros, se encontraba atrapado dentro del lavabo. Me acerque a observarlo, permanecía absolutamente inmóvil, sus inexpresivos ojos no dejaban de mirarme. Toque su larga cola puntiaguda, el animal no reaccionó, recorrí con mis dedos hasta su espalda, entonces brinco. Hubiera escapado, de no ser porque sus patas resbalaron en la superficie lisa del mueble. Sentí compasión por el reptil, lo tomé con la mano, procurando no aplastarlo entre mis dedos. El muy ingrato me mordió el pulgar. Grite una maldición y lo lance lejos de mi. Cayó en la orilla de la ventana, por ahí salió y se perdió en la cegadora luz del día.