El mesero sirve las bebidas sobre la mesa; antes de tomar su copa, Bernardo mira la mujer que tiene enfrente: Su cabello castaño, largo y lacio, su amplia sonrisa; su mentón afilado; sus senos pequeños que se asoman por el escote de su vestido negro.
Sofía toma su bebida, lo que humedece sus labios.
Bernardo desvía la mirada, algo ha llamado su atención al gran ventanal del
centro de convenciones, y tras este, la pista del hipódromo aledaño; a lo lejos
ve a los caballos en el arrancadero;
“número cinco; Gallardo, diez a uno”. Regresa la mirada a su
acompañante: no hace falta que vea el desarrollo de la carrera.
― ¿Dijiste algo? ― pregunta ella.
― Oh nada, solo estaba pensando en voz alta. ¿Sabes?
Si estuviéramos en el lado contrario de la pista le apostaría al numero cinco,
pocas veces tengo una visión tan clara de un ganador.
― Eso es porque la carrera esta arreglada.
― ¿En serio? Supongo que alguien va a tener grandes
ganancias.
― Puedes averiguarlo, la carrera aún no empieza.
― Si, pero eso no es algo que ahora me preocupe.
Se encontraron en los pasillos de una gran exhibición
industrial y comercial; Bernardo recorría
los stands, mirando las distintas empresas que se exhiben, rozándose con
innumerables personas extrañas, sondeando aquí y allá, buscando oportunidades
en el futuro de los que le rodean; quizá empujando en tal o cual dirección a la
persona correcta podría obtener algún beneficio económico o personal. En ocasiones anteriores ha logrado asociaciones
provechosas, las cuales dejó cuando percibió que su abanico de posibilidades se
reducía.
Sofía se paseaba con un septuagenario empresario,
viudo y solitario, el cual se decía así mismo que no le interesaban las
aventuras pasajeras; con solo verlo
Sofía supo cuales eran sus debilidades, las que aprovecho para acercarse a
él.
Se cruzaron en un pasillo, en medio de esa multitud, con
pasados nebulosos y futuros que se entrelazan y se enredan entre si. Bernardo sintió el escalofrío característico
de la muerte al pasar junto al anciano, no quiso sondearlo, porque detesta ver
el final del camino, siempre trata de evitar a los viejos, los enfermos y las
mascotas, son ellos los que nos recuerdan nuestra propia mortalidad.
Pero a la mujer que le acompañaba, no pudo sondearla.
Lo cual hizo que se detuviera en medio de la multitud y que permaneciera con la
vista perdida por un par de minutos sin moverse. Los codazos de la gente que caminaba a su
rededor le hicieron reaccionar después de un rato. Fue detrás de esa sensación
de vació que rodeaba a Sofía. Ella
también se percato que Bernardo no era algo común al momento de cruzar miradas.
Le dio la misma sensación de un recién nacido, mas aún, los bebes tienen en su
pasado la traumática experiencia del parto;
Ese hombre de cabello oscuro y cejas pobladas parecía recién creado por
dios y colocado enfrente a ella sin
ningún recuerdo, sin pasado; o quizá ella no fuera capaz de leérselo, como al
resto del mundo.
Sofía se disculpo con su acompañante, dijo que
regresaría al automóvil para descansar las piernas por tanto caminar. Bernardo la siguió hasta el bar, donde ella
tomo asiento. Nunca desde que descubrió su poder sentía tantos nervios, tanta
incertidumbre y tal excitación.
― Entonces tu vez el futuro y yo veo el pasado, que
interesante. ― dice Sofía. ― Lo que no me explico es ¿por qué no podemos ver el
pasado y el futuro del otro?
― No he dejado de pensar en ello, ― replica Bernardo,
― creo que nuestros poderes provocan una interferencia que los bloquea.
― A propósito, ¿cómo es el tuyo? ¿Que sientes?
― Sabes, hace tiempo entendí que no existe aquello que
llamamos futuro, en singular, mas bien son futuros, en plural. Puedo ver las ramificaciones que surgen del presente,
ya sea de una persona, de un objeto, o de un proceso, como si fueran árboles,
conforme el tiempo trascurre surgen ramas nuevas a la vez que otras
desaparecen, solo una de ellas se volverá una realidad tangible. A veces
mirando esas ramas puedo ver, digamos frutos, oportunidades que si puedo
presionar las circunstancias, puedo hacer que se siga el camino indicado para
obtenerlo, haciendo posible ese futuro.
― Entonces, corrígeme si me equivoco, puedes ver lo
que va a pasar, pero no entiendes el porque suceden las cosas.
― ¿Tu si lo entiendes?
― Cuando me enfoco en una persona, de ella surge todo
lo que se puede saber acerca de ella. He podido hacer esto desde que era niña y
creo que a estas alturas funciono enteramente por instinto, no necesito
esforzarme en encontrar cosas en el pasado de las personas, simplemente aparece
lo que quiero saber; Si, casi siempre entiendo los motivos para lo que la gente
hace.
De repente la vista de Bernardo se desvía hacia un
hombre que se dirige hacia la salida del bar.
― Oye, vez aquel tipo calvo: acabo de percibir que va
a decirle a tu amigo que te vio en el bar con otro hombre, tu amigo se va a
molestar... bastante molesto diría yo.
Sofía ve al sujeto. Se levanta y le dice a Bernardo:
―Observa.
Sofía se para junto al hombre, que se ha detenido a
comprar cigarros. Le da una palmada detrás de la oreja, el hombre se agita y
voltea. Permaneciendo a su lado, sin que pueda verla directamente, Sofía le
murmura algo al oído.
Bernardo, que ha seguido el encuentro con la mirada sondeando
al sujeto, siente un estremecimiento. Las palabras de Sofía han actuado de tal
manera que los posibles futuros de ese hombre se han agitado, como un árbol en
medio de una ventisca, algunas ramas desaparecen repentinamente, mientras otras
se retuercen hacia direcciones completamente distintas a las anteriores. El
encuentro con el amigo de Sofía desaparece sin dejar rastro.
Cuando Ella se acerca, con una sonrisa de malicia,
Bernardo no puede esperar a preguntarle: ― ¿Qué hiciste?
― Solo le dije: No le vayas a decir nada a Raúl,
Monchis.
― ¿Monchis? ¿Quién es Monchis?
― El lo es, o mas bien lo era. Ese era el apodo con el
que le llamaba su hermana mayor, el golpe en la nuca siempre iba acompañado de
una advertencia, así es como lo controlaba; creo que su poder persuasivo
aumento desde el momento en que su hermana murió hace varios años. Simplemente pensé ¿Cómo evitar que se lo diga
a Raúl? Y la respuesta apareció.
― ¿Sabes como has perturbado al pobre hombre? Veo una multitud de doctores y sanatorios en
sus futuros, podría terminar loco.
― Ya lo sabes, tu te preocupas por el futuro, yo del
pasado.
― Creo que sería mejor seguir esta conversación en
otro lugar, menos expuesto.
― Como digas. ― Sofía toma su bolso y se levanta; se
detiene al ver que Bernardo no se ha movido de su lugar. ― ¿Entonces vienes o
no?
― Si salimos ahora pasaremos veinte minutos antes de
salir del estacionamiento, si esperamos el tiempo preciso podremos ser los
primeros en cruzar por una salida que van a abrir en diez minutos.
Sofía se sienta de nuevo y comenta con sarcasmo: ― Si
así eres todo el tiempo, debes ser harto aburrido.
Los pensamientos giran alrededor de la cabeza de
Bernardo mientras trata de dormir. A su lado Sofía sigue siendo el mismo pozo
negro que cuando la conoció. Se pregunta Bernardo quien es ella realmente,
quien es él realmente; no deja de
recordar la manera en que Sofía devastó el futuro de aquel pobre hombre, le
horroriza y le fascina a la vez, siente una incomoda inferioridad frente a
ella, más aún cuando sus palabras todavía resuenan en su cabeza: “... debes ser
harto aburrido”.
También él puede ser terrible, no conoce los límites
de su poder y siente la necesidad de hacer algo que provoque la admiración de
Sofía.
Si pudiera hablarle de su futuro la tendría en sus
manos; pero no puede, de la misma manera en que su pasado le esta vedado a
ella, lo que no supone ninguna molestia en Sofía, aparentemente.
Bernardo intenta rastrearla nuevamente, tocando
suavemente con sus dedos su frente mientras duerme. No encuentra nada, pero aún
así prosigue, explorando la negritud de su porvenir, hasta que llega a lo que
parece ser la orilla del abismo y encuentra una sola rama de eventos que va
sumergiéndose poco a poco en el presente, limite de todos sus poderes.
Se da cuenta que no se trata de Sofía si no de alguien
cercano a ella. Es algo tan grande que no puede resistir despertarla para
decírselo.
― Despierta Sofía, ¿Sabes lo que acabo de averiguar?
― Dímelo mañana, por favor.
― Oh, no querrás esperar a mañana, ya será muy tarde.
― ¿Qué quieres decir?
― ¿Quién? ¿Raúl? ¿Estas seguro?
― Tendrás que buscarte a otro compañero.
― Eres un idiota.
― Sofía empuja a Bernardo al
levantarse, se viste a toda prisa y sale del departamento en busca de un taxi.
Entonces puede Bernardo ver el efecto de sus palabras,
un huracán que sacude las ramas del futuro, pero ese porvenir alterado es el
suyo propio.
La tarde se ha nublado repentinamente y una ventisca
sacude las hojas de los senderos del panteón.
Bernardo sabe que encontrara a Sofía en algún lugar del cementerio, pero
aún ahora siente el impulso de dar la vuelta y salir de allí. Los días que trascurrieron después del
encuentro con Sofía fueron de incertidumbre y desesperación. El asomarse a su
propio futuro no le proporciono una senda para aliviar su pesar. Un solo camino le conducía a un porvenir nebuloso, lleno de huecos oscuros
como cuando sondeo a Sofía. Solo ella
podría provocar tal estropicio en su futuro; el ir a buscarla al panteón esa
tarde, próxima a llover, es la única oportunidad que tendrá de volverla a ver.
En todos las otras cadenas de eventos que puede visualizar de si mismo, Sofía
esta ausente.
Finalmente la perspectiva de nunca volverla a ver se
convierte en motivación suficiente para que se decida a encontrarla.
Sofía esta parada en un prado, frente a una lapida que
aún tiene la tierra recientemente removida.
Voltea y mira a Bernardo, parado a varios pasos de
distancia, vestido formalmente, de negro, con un paraguas colgando de su brazo. Lanza un largo suspiro y regresa la mirada a
la tierra frente a ella. Puede sentir que ahora se encuentra a su lado, sin
decir palabra.
― Se lo que
pensabas; ― Dice sin voltear a verlo. ― Que soy igual que tú, que únicamente
estaba buscando aprovecharme de otro anciano con necesidad de amar. No te culpo
por pensarlo, porque lo he hecho muchas veces; Pero no con Raúl.
― Lo siento mucho, en verdad, no quise lastimarte. ―
Empieza a decir Bernardo, pero Sofía le interrumpe.
― No lo entiendes todavía: Raúl era mi padre.
Sofía hace una larga pausa; Bernardo entiende que esta
tratando de contener las lágrimas.
― Él nunca lo supo, siempre fui una bonita acompañante
para él. Quise pasar a su lado el mayor tiempo posible, buscando el porque
nunca lo conocí; encontré cientos de
repuestas; pase tanto tiempo tratando de entender que no llegue a decirle
realmente quien era. Ahora es tarde. La muerte ha roto mi vínculo con él.
Bernardo pasa el brazo sobre su hombro y abre el
paraguas; al momento se desata un aguacero.
― Sé que juntos podríamos hacer cosas increíbles. ―
Dice Bernardo mientras caminan hacia la salida. ― Pero aún siento miedo,
estando junto a ti no puedo saber que nos depara el futuro.
― ¿Entonces porque me buscaste?
― No lo sé, toda mi vida he manipulado a la gente a mi
alrededor, la mayoría de ellos no son mas que la misma repetición de rutinas;
tu: no se quien eres, o que vas a ser; quizá, pienso yo, eres la primera
persona a la que puedo tratar como a un ser humano.
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