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CLONES


 La carretera se extiende a través de los campos verdes, subiendo y bajando colinas.
El motor eléctrico de un automóvil compacto de dos pasajeros emite un ligero zumbido mientras recorre el camino rural. Los dos pasajeros disfrutan de la brisa con las ventanillas abiertas.
- Dime Alejandro, ¿Cuando te diste cuenta de que no eras normal?
Alejandro sonríe, a su memoria acuden los recuerdos de la infancia.
- Me lo dijeron en el colegio, tu sabes, en esas clases extra para alumnos especiales; me prepararon todo un año para darme la noticia. ¿Sabes? desde chico ya me lo imaginaba: mis padres hablaban de una forma rara cuando se referían a mi; siempre tuvieron cuidados especiales para mi, ponían mucha atención en detalles, que yo creía insignificantes, de lo que hacía o me ocurría.
- Igual que a mi. - Comenta Cesar sin despegar la vista del camino mientras conduce el automóvil. - Nada mas que yo descubrí en uno de los cajones del ropero el acta de adopción.
- ¿En serio? ¿A que edad?
- A los diez años, mis papas tuvieron el descuido de no esconder esos papeles.
- ¿Te afecto de alguna forma?
- Tal vez si, no sé.  Cada quien se siente confundido al enterarse, yo no supe que pensar de  mi durante mucho tiempo; pero la gente de la empresa me ayudó, ya superé todo eso.

Cesar y Alejandro descansan del largo viaje en la terraza de un restaurante de un pequeño pueblo; disfrutan unas cervezas heladas.
Se acerca la mesera: -Disculpe señor, la caja no acepta su tarjeta de crédito.
Cesar replica contrariado: ¿Que no la acepta? Debe haber un error.
- A veces falla el sistema, señor.
Interviene Alejandro: Pruebe con la mía señorita.
La mesera se lleva la tarjeta. Un par de minutos después regresa.
- Esta listo, gracias por venir.  Regresa las tarjetas a su correspondiente dueño.
Antes de retirarse, incapaz de resistir la curiosidad, la mesera pregunta: -¿Ustedes son gemelos?, es que noté que sus apellidos no son iguales.
Cesar y Alejandro se ven entre si, divertidos, preguntándose quien responderá.
Responde Cesar: ¿Has oído hablar de los clones?
La muchacha se ruboriza: - Ah si, claro, disculpen. Con una sonrisa de compromiso se retira.

Se conocieron un día en que ambos fueron a que les extrajeran sangre. Después de la primera impresión, la cual fue como verse inesperadamente ante un espejo, rieron con esa carcajada que gorgorea en sus gargantas de forma idéntica. Para ambos era la primera vez que encontraban un clón de su mismo origen; desde aquel momento se hicieron inseparables.

El aire matutino condensa la respiración de Cesar: el aire de la montaña lo revitaliza.
Trota por las veredas del bosque, rodeado de pinos y oyameles. Llega a un valle verde salpicado de grandes rocas.
Sentado sobre uno de los peñascos, Alejandro dibuja a lápiz los monolitos.
Desde el pie de la roca Cesar le grita: - Mira que panza tienes, no puedo verte así; ven vamos a correr.
Sin levantar la vista de su dibujo replica Alejandro: -No tengo panza.
- Claro que si, anda flojo vamos.
Alejandro se levanta; antes de bajar se queda mirando el paisaje a lo lejos.
El viento agita sus cabellos y el sol ilumina su figura recortada sobre el diáfano cielo azul. Cesar se siente impresionado ante la imagen: todos los clones han sido hechos hermosos, geneticamente diseñados para alcanzar la perfección; pero lo que siente Cesar por Alejandro es algo más que admiración, entre ellos hay una profunda empatia, la identificación del uno en el otro.  Un sentimiento no muy alejado del narcisismo; desde pequeños se les enseño a cuidar y querer su cuerpo para un fin elevado, y una forma de quererse uno es querer y cuidar a quien es virtualmente él mismo.

Alejandro sufre para seguir el paso de Cesar. Se detienen junto a un pequeño arroyo y Alejandro se agacha para refrescarse la cara.
- Deberíamos hacer un club. - Comenta Cesar - Buscaríamos a todos los clones como nosotros, nos reuniríamos cada mes para comer y platicar, podríamos hacer tantas cosas.
¿Cuantos seremos?, ¿veinte?
Aún agachado Alejandro responde: - Trescientos cincuenta, hasta ahora.
- ¿Como lo sabes?
- He visto los registros de la empresa: la mitad de ellos son niños todavía, no saben de su origen. No creo que la empresa nos permitiera hacer un club.
- ¿ Porque no ?
- Sería muy notorio que cientos de gemelos idénticos se reunieran cada mes; los ultra conservadores podrían hacer algo contra nosotros.
- La empresa no lo permitiría: están en todos lados y lo saben todo.
Confías demasiado en ellos.
- No sé de donde sacaste tanto pesimismo.
- Lo herede de mi madre adoptiva.
Cesar se levanta: - Ya estuvo bueno de descansar, todavía nos faltan cinco kilómetros; anda, alcánzame.
Foro de discusión  de la liga  pro defensa de la moral
Furioso: Desde hace dos semanas hay dos clones en mi pueblo, de los más depravados, queremos que se vayan.
Marin: ¡Mueran los clones y los homosexuales!
Tina: Solo dios puede crear al hombre, los clones son blasfemias.
Jose: Si, son unos zánganos, no saben hacer nada los inútiles.
Furioso: ¿Como me deshago de ellos?
Jose: ¿ Han hecho algo raro?
Furioso: Nada en público, se la pasan los dos juntos todo el tiempo, seguro harán sus cochinadas cuando están solos.
Marin: ¡ Mueran los clones y los homosexuales!
Jose: ¿ Cuanta gente te apoya?
Furioso: toda la gente decente del pueblo.
Jose: ¿el presidente municipal?
Furioso: el no se mete en esto, es un político y no quiere problemas antes de la campaña.
Jose: Denles un susto, a veces con eso basta.

Después de pasar el día en el campo Cesar y Alejandro regresan al pueblo; encuentran una pinta en la pared de la casa que rentan:
FUERA  ENGENDROS
Entran en la casa sin detenerse a observarlo. Pero adentro estallan indignados.
- ¿Porque nos hacen esto? ¿Que daño les hemos hecho?  -Exclama Cesar.
- No debimos andar diciendo que somos clones.
- ¿Pero que tiene de malo? Somos gente como cualquier otra. Es más, muchos de ellos nos deben la vida.
- La gente de aquí no es tan liberal como la de las ciudades; quizá deberíamos irnos.
- ¿Solo por una pinta ? No, hemos planeado este viaje por mucho tiempo.

Como si un mal viento soplara: helado y lleno de presagios; el pueblo cambia para Cesar y Alejandro. La calidez de su gente se vuelve frialdad, detrás de puertas y ventanas, en la gente con la que cruzan, miradas de odio y desprecio.
Al toparse con la hostilidad de sus vecinos, constantemente, Cesar no deja de murmurar:
 - Ellos están mal, nosotros no.
El desprecio de los demás lastima el orgullo de ambos y solo reafirma su determinación de seguir en ese lugar.
Después de otro paseo en el campo Alejandro dice:  - No me siento bien.
Cesar suelta una mano del volante par sentir la temperatura del cuello de Alejandro.
- Tienes fiebre y estas algo pálido; llegando a casa te metes a la cama y te tomas unas aspirinas.
La fachada de la casa ha sido rayada con nuevos insultos y consignas contra ellos.
Sin preocuparse entran a la casa, encuentran sus pertenencias destruidas y regadas por la habitación. Alejandro se agacha para recoger su libreta de dibujos, hecha trizas con saña.
Cesar lo jala hacia la cama: - Vamos acuéstatedespués limpio todo esto; ahorita te traigo un jugo y las pastillas.

En el camino a la farmacia Cesar va haciendo oscuras cavilaciones. Ese odio irracional hacia los de su tipo es una molestia con la que se encuentran cada vez con más frecuencia. Sus enemigos se escudan en la ortodoxia moral y en el fundamentalismo religioso más radical para atribuirles todos los males imaginables, aunque las leyes garantizan igualdad de derechos sin distinción de raza o concepción la sociedad, volviéndose más conservadora, trata de apartarlos, tratándolos como especímenes de laboratorio. De no ser por la empresa quien sabe hasta donde hubieran llegado las cosas.
- Una caja de aspirinas, por favor.
- No tenemos.
Cesar voltea a ver por primera vez al vendedor de la farmacia, un joven no mucho mayor que él, en sus ojos brilla el mismo odio fanático que ha visto últimamente.
- ¿Como que no tiene? Las estoy viendo desde aquí.
- Usted no entiende, aquí no tenemos nada para usted.
- ¿Que dice?
- Cuando les pedimos que se fueran no nos hicieron caso; ahora nadie en este pueblo les dará nada.
- Mi amigo necesita la medicina ¿No entiende?
- Ustedes han traído el mal a nuestro pueblo.
- No diga tonterías; mire, ve ese frasco de allí, esa medicina se elabora a partir de la sangre de gente como nosotros.
- Sí, ustedes son los que salvan la vida a los sidosos: son la salvación de drogadictos y homosexuales.
- Oye, también salvamos del cáncer a tu abuelo o a tu tía, o que se yo, tal vez tú también nos debas la vida.
- Yo no les debo nada, clones de mierda.
Un murmullo a sus espaldas hace voltear a Cesar: una multitud se esta formando alrededor de la farmacia. Deja el mostrador y se abre paso entre la gente antes de que la turba se cierre sobre de él.   La gente lo empieza a seguir; de reojo Cesar los voltea a ver: aparecen los primeros palos y piedras. Corre con todas sus fuerzas, escucha el zumbar de los proyectiles que le avientan; solo algunos jóvenes tratan de darle alcance, los demás se toman su tiempo.
Algunas calles adelante Cesar los ha dejado atrás; entra apresurado en la casa, cierra la puerta con llave; recuerda que antes ya han entrado con el cerrojo puesto; sube a la habitación y atranca la puerta con el tocador y el buró.
Alejandro levanta la cabeza de la cama y pregunta: - ¿Que pasa? - Su piel esta amarillenta y tiembla sin control.
- Tu no te preocupes, voy a llamar al número de emergencia, la empresa va a tener que rescatarnos.
Los vidrios de la ventana estallan en mil pedazos; una lluvia de piedras acribilla la casa.
Cesar y Alejandro se protegen tras uno de los colchones arrinconados contra la pared.
Un rato después el apedreo cesa, por la ventana rota se ve la luz de las patrullas.
- Abran es la policía.
Cesar se levanta de su refugio y abre la puerta: - Por fin, ya era hora.
Un tropel de policías entra empujándolo; lo tiran al suelo y lo esposan. Cesar y Alejandro son llevados a la comandancia municipal.
A la mañana siguiente llega la empresa a rescatarlos: se retira la acusación de incitar la violencia y son puestos en libertad; una ambulancia aérea se llevo a Alejandro al hospital.
Foro de discusión  de la liga  pro defensa de la moral
Furioso: Malditas compañías, sus negocios diabólicos llevan a la humanidad a la perdición.
No hay respuesta.
Furioso: las malditas trasnacionales nos invaden con sus clones, quieren vernos arrodillados, quieren que se les adore, son los nuevos carneros de oro, los nuevos ídolos paganos.
Lidia: ¿tienes algún problema con la I.P.?
Furioso: no es la iniciativa privada, son esos gigantes que hacen de todo.
Lidia: Pues suenas como esos rojillos.
Furioso: ¡yo no soy un pinche izquierdista!
Lidia: Ya vez, hablas igual que ellos.
Jose: ¿Que te ha pasado furioso?
Furioso: todo esto es tu culpa jose, te pregunte como deshacerme de esos malditos clones, tu me dijiste que los asustáramos.
Jose: Yo dije que les dieran un susto, no que intentaran lincharlos.
Furioso: Por seguir tu consejo me han cortado el suministro de mi farmacia, nos han subido el precio de todo, la gente de aquí no puede vender sus productos. Y todos me echan la culpa a mi.

Jose: la culpa es tuya, no supiste hasta donde llegar, con las empresas nadie se puede meter.
Furioso: esta bien, digamos que fue mi culpa; ahora ¿que hago?
Jose: Mudate a otro pueblo.

La luz del sol entra por la ventana del hospital; brillantes edificios de cristal se elevan enfrente; abajo por una fluida y silenciosa avenida los ciudadanos se trasportan en sus vehículos eléctricos.
Alejandro con el rostro demacrado mira hacia afuera desde una silla.
- Hola, ¿Puedo pasar? 
Junto a la puerta Cesar lo mira.
-¿ Como te dejaron entrar? Pregunta Alejandro sorprendido.
- Te traje un regalo. Cesar le da un libro; Alejandro lee el título.
- Siempre quise leerlo.
Los dos permanecen en silencio.
- Es hepatitis ¿sabías?
Cesar asiente.
- No voy a poder dar sangre, ya no soy útil para la empresa.
-No te preocupes,- le anima Cesar,- todo va a estar bien.
- Nacimos para hacer esto: somos clones trasgénicos, nuestra sangre contiene la medicina más maravillosa que existe; pero eso no me libra de una simple hepatitis, ahora mi sangre esta contaminada y no sirve para nada.
- Estoy seguro de que la empresa te ayudara.
- La empresa, la empresa, quieres olvidarte de ellos por un momento, ya me canse de que mi vida gire alrededor de ella.
- Todo esto te pasa por negativo, siempre le ves el lado malo a las cosas; ahora ¿que vamos a hacer?
- Diras qué voy a hacer yo, tu vas a seguir disfrutando la vida, mantenido por la empresa.
- Por si no te has dado cuenta somos la misma persona: vivirás conmigo, lo que me den por mi sangre alcanzara para los dos.
- De ninguna forma, no dejare que hagas eso, ademas ya te dije que estoy cansado de que vean por mi todo el tiempo.
- Entonces ¿que vas a hacer?
Alejandro voltea a la ventana, mira el incesante tráfico de la avenida; da un profundo suspiro impregnado de angustia.

- Supongo, que tendré que buscar trabajo.

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