El ángel de latón del ataúd tenía la expresión de encontrarse en trance: los brazos extendidos y la mirada perdida en el infinito.
Adentro se encontraba Macario; el hijo predilecto del Barrio: gano celebridad tocando el bongo en la orquesta de rumba de Serapio Ronda.
Su caja permanece cerrada por cortesía a los dolientes: Su cuerpo fue encontrado dentro de un tinaco en uno de los cabarets donde trabajaba.
Doña Marce, su madre, llego a la funeraria minutos antes de que partiera el cortejo fúnebre al panteón.
Por su avanzada edad los amigos y familiares trataron de decírselo con el mayor tacto posible.
Compadre, primo, director de la orquesta, corista y ex esposa llegaron a casa de doña Marce a darle la noticia. Marcela, sorprendida de recibir tantas visitas, calentaba los frijoles y hacía unas tostadas de pollo para sus huéspedes. Después de insinuarlo varias veces sin que la viejita entendiera: el compadre, que tenía fama de arrebatado, le dijo: ― Comadre, Macario se nos murió, venga a verlo. Marcela dejo las tostadas sobre la mesa, voltea a ver a todos; dice muy tranquila. ― ¿Y porqué no me lo habían dicho?
Doña marce entra en la sala, la gente guarda un respetuoso silencio.
―Quiero verlo. ― Dice marcela apoyando su mano sobre el ángel de latón.
Abren la caja; escapa un tufo a podredumbre que hace escapar a los asistentes menos comprometidos.
Marcela observa largamente el rostro hinchado y desfigurado de su hijo.
― Ay, Macario, mira como terminaste; yo te decía que estudiaras ingeniería, pero tenías que salir como tu padre.
Le da un beso en la frente y va a sentarse a un lado de la caja.
La gente se reúne a su rededor, a darle el pésame; cada uno resistiéndose a ser inevitablemente besado por Marcela.
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